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Un papá Bio.co
Al conocer a Maever Morelo, de 21 años, lo primero que se nota es su personalidad vivaz, alegre y divertida. Muy temprano, alrededor de las 8 de la mañana llega a la planta de Bio.co con una sonrisa de oreja a oreja que contagia a todos los que trabajan con él. Listo para trabajar en lo que se tenga preparado para ese día: “Se hace aseo, se programa, se buscan todas las herramientas de trabajo, se ponen en el sitio y empezamos. Si se va a procesar el coco, hay que lavarlo y luego rayarlo. Hay que sacarle la leche con la otra máquina (la ralladora) y así”.
Para Maever su rutina no siempre ha sido así. Antes de trabajar con Bio.co, estuvo en Bogotá desempeñándose como instalador de ventanas, un empleo que solo le daba estabilidad mientras se estuvieran haciendo obras y para el cual, al vivir en una zona retirada de su lugar de trabajo, debía levantarse a las 4:30 a.m. y así llegar a tiempo.
¿Por qué decidió volver a su tierra natal? Su esposa y ahora madre de su hijo, sufrió complicaciones durante el embarazo y debido a los escasos recursos debieron volver a San Bernardo del Viento al usar la mayoría de sus ahorros para los cuidados médicos. Aunque cuenta esta historia con un poco de tristeza en su voz y desviando la mirada, cómo si estuviera recordando aquellos momentos difíciles, no puede estar más feliz de ser padre: “Yo tenía un sueño y ya se me cumplió que era tener un hijo. Ahora mi otro sueño es sacarlo adelante, darle un mejor futuro y educarlo lo más que se pueda”. Esto es precisamente lo que pretende hacer de la mano de Bio.co. Entiende el propósito de la empresa y espera progresar con esta para su hijo, el motor de su vida.También ve el beneficio para su pueblo del cual se siente muy orgulloso y sus ojos abiertos y sonrisa al hablar son pruebas de ello.
Aún con los problemas, como la falta de empleo que lo obligó a migrar 5 años a Panamá y un año y medio a Bogotá, además de la corrupción, a Maever le gusta todo de su pueblo, en especial su agricultura (se cultiva maíz, arroz, berenjena, coco, plátano, por nombrar algunos). También la amabilidad de la gente y el sentido de comunidad donde todos son amigos. Afirma que en San Bernardo del Viento es común conocer a todos los vecinos del barrio. También son personas muy familiares, al terminar su jornada de trabajo a las 6 de la tarde, Maever se dirige a la casa de su mamá, charlan un rato, luego visita a su abuela y finalmente llega a su hogar donde lo primero que hace es saludar a su esposa y pasar tiempo con su hijo de ocho meses. Compra algo para la cena, come, se ducha y vuelve a salir pero sin olvidar que debe volver antes de las 10:00 p.m. para evitar las “parrandas” y poder levantarse al otro día. Mientras dice esto se ríe con picardía y un poco de pena, vuelve a sacar ese niño interno que lleva pero rápidamente toma una postura más seria.
Este empleado Bio.co también quiere ver a su tierra progresar, se lo imagina con edificios de más de cuatro pisos, con todas las calles pavimentadas y menos delincuencia. Como mencionaba anteriormente, su experiencia en Bio.co ha sido “muy chévere” y le llaman la atención los beneficios que le da la empresa, beneficios básicos que no había tenido en otros empleos. Maever, un joven moreno, delgado, de pelo rizado y rebelde, se entusiasma al hablar de cómo Bio.co está llevando el nombre de su pueblo a otros lugares del país y cómo sus manos están a disposición de una empresa que vela por el futuro de San Bernardo del Viento.